Un auto con vidrios empañados está
estacionado por Montevideo.
Montevideo todavía viste adoquines.
El auto apagado se deja de mover
segundos después de acabar.
Empieza a amanecer en la ciudad.
Pibes re-duros caminan buscando un after.
Desde adentro del auto, un dedo índice
señala al vidrio, y con su yema
dibuja un corazón.
Un portero sale a baldear la vereda.
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